Tiempo y tiempos
Por: Alejandro Sánchez Capuchino
Los
estudiantes de historia no paramos de hablar y escuchar de la importancia del
tiempo. Ese tiempo al que están sujetos todos y cada uno de los acontecimientos
protagonizados o no por el ser humano. Pero, ¿es el único tiempo que hay? Por
supuesto que no. El tiempo al que he hecho mención es al denominado “tiempo
histórico” y como tal ha de ser la columna vertebral de ese proceso evolutivo
protagonizado por las masas al que llamamos Historia. Dicho esto, el tiempo es
concebido como un tiempo social, iniciado con la aparición de los primeros hallazgos
del origen de la humanidad. Aunque seremos egoístas al pensar que antes de esta
aparición no existía el tiempo. He ahí un límite temporal en el tiempo
histórico. No todo es tiempo histórico, sino que el tiempo es el que es; desde
el momento de la creación de la materia, hasta nuestros días. Aunque esta
afirmación necesita una reformulación constante a cada milésima de segundo.
Pues las primeras líneas de este artículo ya forman parte de un pasado, incluso
estas mismas palabras que lees ahora formarán o forman parte del pasado, aunque
hace tan solo unos segundos formaban parte de un futuro… Menuda paradoja.
Volviendo
a la materia que me interesa, la Historia es un proceso cambiante sujeto al espacio
y al tiempo. Un tiempo que carece de dueño, que no está sometido a la división
temporal que realizamos los historiadores, ni tampoco está sometido a las
fechas, más o menos exactas, que manejamos. ¿Cómo que el tiempo no está
sometido? Nosotros manejamos fechas concretas como el 1085, 1212, 1478, etc.,
pero estas fechas pueden variar. El tiempo cronológico tal y como lo conocemos
a día de hoy, puede que no sea el que es. Es posible que no estemos viviendo en
el 2015, pues en el año 533 un monje, Dionisio el “exiguo”, calculó
erróneamente la fecha del nacimiento de Cristo, equivocándose en unos cuatro
años aproximadamente, y afirmando que su nacimiento habría tenido lugar en el
año 753 ad urbe condita. Incluso
puede que no vivamos ni en el mismo día, ni el mismo mes que creemos. ¿Cómo
puede ser esto posible? Básicamente por la reforma que llevó a cabo el papa
Gregorio XIII en el siglo XVI. A pesar de que la reforma aborda otros temas de
interés, me centraré en la reforma del Calendario Juliano y en la creación del
actual Calendario Gregoriano. Lo que más llama la atención de esta reforma es
la eliminación de diez días completos del tiempo histórico; del jueves 4 de
octubre de 1582 se pasaría al viernes 15 de octubre de 1582 (tal y como queda
recogido en la bula Inter Gravissimas,
promulgada en el año 1582). El Santo Padre llegó a la conclusión, junto con el
jesuita Christopher Clavius, de que esta era la mejor medida para solucionar el
problema que planteaba el Calendario Juliano, pues este tenía unos minutos más
que el año solar. Esta acumulación de minutos a lo largo de los años provocaría
un adelanto de diez días del equinoccio de primavera.
Ya
se ha visto cómo el tiempo histórico, al igual que la agricultura y la
ganadería, ha sufrido una domesticación, respetando el concepto ya usado por
Gordon Childe. El tiempo se puede corregir mediante las cronologías, incluso se
puede dividir en periodos (con límites todos ellos discutibles), pero en
definitiva el tiempo es el que es. Nadie puede cambiar el tiempo. El pasado ha
quedado atrás y sigue y seguirá aumentando sus fronteras, a medida que el
futuro va perdiendo terreno, mientras que el presente no es más que esa fina
línea que limita las fronteras del pasado y el futuro. He insisto, la historia
es un proceso social cambiante que está en manos del tiempo. El tiempo no está
en manos de la sociedad, porque una cosa es que el tiempo nos haga cambiar a
nosotros como humanos y otra sería que el tiempo fuese cambiado por nosotros,
los humanos.
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