jueves, 23 de abril de 2015

El zombie de Cervantes

Ayer hizo exactamente 499 años que Miguel de Cervantes Saavedra la espichó. Mandose enterrar en el convento de las Trinitarias de Madrid, y allí estaba hasta que la señora Botella de Aznar (o más probablemente alguien de su equipo) se propuso encontrarlo. El resultado, un gasto de más de 100000 euros (voy a ser demagógico: 100000 euros que no se han gastado en educación o sanidad) y unos huesos cuyas características no niegan (ni confirman) que sean los del escritor alcalaíno (y que me perdone Alcázar de San Juan, sedicente patria chica del escritor).

Y la pregunta obligada: ¿qué sentido tiene esta búsqueda? La respuesta obvia: es un homenaje al escritor. Y mi respuesta: señores, los homenajes a los muertos, por mucho que nos empeñemos, no sirven de nada. Quien homenajea a un muerto solo se está homenajeando a sí mismo, por lo que hay que intentar que las razones para dicho homenaje sean lo menos espurias que sea posible. Y encontrar los restos de don Miguel no nos va a proporcionar una información crucial para interpretar su obra ni su cadáver reposa ahí involuntariamente debido a razones políticas (como en los casos de Federico García Lorca o Antonio Machado), razones estas que serían legítimas. No, el tratamiento de los restos de Cervantes recuerda más a la repatriación del cuerpo de Ángel Ganivet por la dictadura de Primo de Rivera o el de Juan Ramón Jiménez por la de Franco, diferencias políticas aparte. Es propaganda política que quiere resucitar a Cervantes y convertirlo en un zombie al servicio de sus intereses electoralistas.

José Corrales Díaz-Pavón

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