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miércoles, 2 de diciembre de 2015

Las dos Alemanias.

José Manuel Lucerón Lucerón, 3º grado de Historia.

Esta semana van a tener lugar en nuestra facultad una serie de conferencias dedicadas a un

proceso judicial inédito en la historia, un hecho que marcaría la historia de la jurisprudencia y

las memorias de todos los testigos directos e indirectos de aquel acontecimiento. Me estoy

refiriendo a los juicios contra el nazismo que, paradójicamente, se celebraron en la meca del

nacionalsocialismo, Nuremberg. Una ciudad que en 1934 agasajaba a Hitler y que a la altura de

1945 distaba mucho de aparentar si quiera lo que fue en esos “años gloriosos”. Sin embargo,

sus correligionarios no sabían cuán lento y martirizador era el terremoto que se les venía

encima. Ruina y cenizas.

Para aquellos que no conozcan este acontecimiento y tenga curiosidad les recomiendo, no sólo

bibliografía, sino una película cuyo título ya lo dice todo: Nuremberg. Estrenada en el año 2000

y con un buen elenco de actores (Alec Baldwin entre otros), trata fielmente el desarrollo del

proceso y sus consecuencias finales. Muy entretenida y didáctica.

En el transcurso de la película tiene lugar una conversación entre el fiscal Jackson y uno de los

vigilantes de los presos nazis que también cumplía el papel de psicólogo y que, casualidades

del destino, era judío. En esa conversación este hombre creía haber encontrado el origen de

todo el mal que los jerarcas nazis causaron el tiempo que estuvieron en el poder: la total

ausencia de empatía por el ser humano. Pero aún había más.

La generación que impulsó a Hitler al poder fue aquella que vivió los horrores de la guerra,

jugó a la guerra, asumió con una mezcla de rabia y resignación el diktat de Versalles, soportó

como pudo las dificultades económicas derivadas del tratado de Versalles (inflación,

endeudamiento etc.) a las que tuvo que hacer frente la República de Weimar etc.

Este fue el caldo de cultivo que generó lo que desgraciadamente vino después. Una generación

que se lanzó a la aventura, “poco tenemos que perder ya” pensaría alguno de los banqueros,

industriales, miembro de las clases medias, jóvenes desencantados con el frágil y tambaleante

sistema político de Weimar que se lanzaron en masa a votar al que antes de 1914 se mostraba

melancólico, en la más absoluta miseria y que ahora estaba a punto de arrastrar a toda Europa

a una nueva carnicería.

Toda esa Alemania que por unos años olvidó su naturaleza romántica, aquella que desprendía

la novena de Beethoven, la fina pluma de Goethe, Schiller, Heine y se nutrió del espíritu militar

y orden prusianos, sustituyó a Beethoven por Wagner y sus Nibelungos y todo lo más bello y

auténtico del arte y la literatura acabó degenerando.

¿Cómo una nación que atesoraba toda esa cultura, ese sentimiento  se acabó vendiendo por

unas pocas monedas? En la modesta opinión de un historiador en proceso de formación, la

dicotomía o la lucha entre estas dos Alemanias fue uno de los factores que sentó las bases del

ascenso del nazismo en 1933 y el posterior enfrentamiento mundial.  Espero que este artículo

me ayude y os ayude a encontrar la respuesta o a generar la inquietud y curiosidad necesarias

para ir en su búsqueda.


jueves, 22 de octubre de 2015

Españolitos

El curso pasado en el transcurso de una clase mi profesor nos sentenció a todos los que ese día escuchamos esa palabra y desde ese día no he parado de reflexionar sobre aquella poderosa palabra que encierra un cúmulo de acepciones, que se pelean entre ellas, pero de las cuales la más importante de todas es la que despierta rechazo, la que huele a miseria en nuestras cavidades más tenebrosas y su eco deja pasar un fino hilo de luz, vestigio de épocas mejores.

¿Qué es la patria? ¿Qué sabemos de la patria? Que viene del latín, que para exaltarla, para amarla, no hace falta empuñar las armas.

Ni siquiera invocarla, ni morir por ella. Eso forma parte del pasado, es algo abstracto, un concepto trasnochado. No merece la pena morir por un amor sin antes haber probado su dulce veneno, como aquellos cazadores de dogmas que buscan una chispa divina a la que agarrarse porque su existencia carece de significado.

Todos nacemos con una bajo el brazo. Es la suma de todas nuestras cualidades, aquellas que nos hacen avanzar como seres racionales, como ciudadanos conscientes de sus derechos y obligaciones, como hijos, como amigos, etc. La suma de patrias chicas, tan diversas y ricas, da como resultado una sociedad, una nación, España.

Se ha dado la coincidencia de que somos la generación mejor preparada en un momento en el que la nación está enferma.

Es por ello que me resigno a ser un españolito del montón, debemos aspirar a ser mucho más que eso. No somos más que nadie ni mucho menos somos inferiores a cualquier otra nación. Y no me remito a nuestra historia, nuestro glorioso pasado imperial que en tantas aulas retumbó en el pasado, la providencia está ocupada en otros asuntos. Somos nosotros o nadie. Nuestro destino histórico es, valga la redundancia, continuar nuestra propia historia como pueblo para definir España, su luz, sus fuentes, sus bosques, sus aguas, sus entrañas, sus temores, sus aspiraciones.

Parafraseando a Ana Pastor: hay un país ahí fuera. Hay españolitos ahí fuera que quieren dejar de serlo, que están deseando mirar con orgullo a su bandera, asqueados del nepotismo, de los trapicheos en B de sus gobernantes, hartos de que el dinero de sus impuestos no se destine a mejorar la calidad de vida de su país y de un variopinto número de prácticas perniciosas.

Hay vida más allá de aquellos que no quieren que nada cambie y siga todo igual de podrido y sin alma. Este país, esta sociedad aún tiene pulso, sueños, ganas de cambio, de un futuro en el que se valore el mérito, el esfuerzo, las ideas, en el que nadie tenga que dejar de estudiar porque su capacidad económica no sea equivalente a su capacidad intelectual y sus ansias de conocimiento. Ese país existe, lo vemos todos los días, y quiere de una vez por todas vivir con la conciencia tranquila.

José Manuel Lucerón

viernes, 9 de octubre de 2015

Destrucción del patrimonio como arma

La gran avalancha de información que recibimos sobre la guerra en Oriente Próximo en los últimos años nos ha hecho inmunes a los muchos crímenes sucedidos en Irak y en Siria. Tal vez solo con la llegada al territorio de los cientos de miles de refugiados nos estemos dando cuenta del verdadero problema y nos sensibilicemos con una realidad que a miles de personas arrebata la libertad.

Cuando surgió el grupo terrorista Estado Islámico, el cual quiero dejar claro que no es un estado, pues daría a asesinos organizados la misma legitimidad que cualquier otra nación, Occidente se encontraba vigilando al régimen sirio de Al-Asad, quien masacraba a la población siria, pero que, sin embargo, ahora debido a la acción del grupo terrorista IS es una de las fuerzas “legitimas” que lo combate. 

Sumando a la masacre de todo hombre, mujer o niño que no comparta el islamismo radical de los terroristas, no digamos ya de los creyentes en otras religiones, y al exilio forzado de millones de ciudadanos de la región, el grupo terrorista autodenominado Estado Islámico ha llevado a cabo la destrucción del patrimonio cultural de la humanidad.

Sin embargo, esto no es nuevo. Grandes imperios ya utilizaban la destrucción del patrimonio, testigo inmortal de la cultura de un pueblo, para así no solo romper con ello su moral e infundir miedo, sino para borrar toda muestra de gloria pasada. Es esto lo que Homero nos cuenta en la Ilíada al quemar los griegos Troya y lo que posteriormente hizo el imperio persa al arrasar Atenas durante la segunda guerra médica o como Roma en la tercera guerra púnica contra su enemiga eterna, Cartago, la cual fue quemada en su totalidad para evitar futuras guerras. Siglos después los propios cristianos que habían sido perseguidos, eliminaron las estatuas y templos de la mayoría de las religiones paganas o bien las acondicionaron como ocurrió con la mezquita de Córdoba. 

Ahora, impulsados por el extremismo radical del Islam, los terroristas del IS y sus partidarios saquean o directamente destruyen cualquier cosa opuesta o simplemente distinta a sus creencias, motivados por la idea de que todo lo que no esté de acuerdo con su extremista visión del Islam es erróneo y debe ser eliminado.
La siguiente lista de monumentos perdidos, saqueados o destruidos son solo algunos de los ejemplos del miedo que el autodenominado estado islámico crea en las áreas que ocupa:

La gran mezquita de Alepo

La mezquita a Khaled Ibn Walid

Palmira en Siria

La tumba de Jonás en Iraq

La gravedad de la destrucción del IS es enorme Aunque no son pocos los motivos para proteger dicho patrimonio, sin duda el arma resultante del miedo que influye destruir la cultura de otro pueblo es muy eficaz, pues si todas las pruebas de, por ejemplo, las civilizaciones surgidas entre el Tigris y el Éufrates desaparecen, perderemos todos la memoria palpable de las primeras civilizaciones de la humanidad.

Los números aportados por los medios de comunicación no hacen sino insensibilizarnos, tan solo datos, cifras de muertos en un país aparentemente lejano. Algo que con la avalancha de refugiados ha quedado descartado. Conocer las historias de los implicados y tratar de conocer cuanto más mejor, hará que podamos conocer mejor la realidad en Siria y tal vez encontrar una posible solución para hallar la paz, una paz que hoy en día, incluso con las intervenciones militares de varios países en marcha, no parece estar cerca.

Germán López

jueves, 1 de octubre de 2015

Ese día cogió un poco de frío…

A día de hoy, 1 de octubre, se cumplen 40 años de la última vez que los españoles vieron vivo al general Franco. El lugar: Palacio Real de Madrid, Plaza de Oriente. Motivo: una demostración de adhesión del pueblo español a su líder e invicto caudillo, una respuesta a la comunidad internacional de que nada ni nadie dinamitaría la moral de un régimen que, a partir de ese mismo día y sin inmutarse, comenzaba su larga y lenta agonía. Las ejecuciones, las últimas del franquismo de tres terroristas del FRAP y dos de la ETA, apenas cuatro días antes, planeaban ese día por el cielo de Madrid. Franco, que ya comenzaba a dar muestras de debilidad física y psíquica, saludaba desde la balconada principal del palacio a, según datos de TVE, un millón de españoles. A su lado estaba todo el gobierno con Arias Navarro a la cabeza y el actual rey emérito, en ese momento príncipe, Juan Carlos de Borbón. Presente, pasado y futuro.

Cuarenta años que coinciden con los años que gobernó España dejando todo “atado y bien atado”. Con motivo de este aniversario, y el de su muerte el próximo 20 de noviembre, creo conveniente volver la vista atrás y dedicar una breve reflexión histórica al período que hizo posible los 40 años que llevamos andados de democracia, constitución y libertad.

La Transición es una de las etapas más emocionantes de nuestra historia reciente y de la que existe una bibliografía considerable hasta la fecha. En los últimos años, especialmente fruto de la deriva política, económica y social resultado de la actual crisis económica (2008- ), se están publicando una serie de obras en las que la transición es un tema fundamental y también se ha convertido en uno de los temas de debate dentro de los círculos políticos de este país. Varios de nuestros actuales dirigentes políticos rememoran con cierta nostalgia este período a fin de recuperar el denominado espíritu de la Transición: una especie de manual de instrucciones político para solventar los problemas que aquejan actualmente a la nación. Otros, sin embargo, la utilizan para abanderar un futuro cambio traducido en una ruptura con el sistema político que surgió tras la promulgación de la Constitución de 1978.

Desde la novela negra, la histórica, el thriller político, memorias y ensayos, hay un grupo de escritores que han decidido escribir sobre una época que parecía estar vetada en los círculos de investigación histórica y de discusión literaria. En este caso tenemos obras como Operación Gladio de Benjamín Prado, Un momento de descanso de Antonio Orejudo y también ensayos que pretenden arrojar una visión diferente a la que nos han transmitido sobre la transición como por ejemplo Las cloacas de la transición de Luis Díez Álvarez, sociólogos como Ignacio Sotelo (El País) con artículos como Los mitos de la Transición, Los ángulos ciegos. Una perspectiva crítica de la transición española (1976-79) de Alejandro Ruiz-Huerta Carbonell entre otros.

Se ha estudiado hasta la saciedad y se seguirá estudiando. Puede que el hecho de que fuera un proceso no exento de riesgos y peligros alimente, aún más si cabe, las ansias de conocer con más profundidad este período tan trascendental de nuestra historia.

Negociaciones “secretas” en restaurantes de Madrid, manifestaciones multitudinarias, muertes, ruido de sables, etc. Como ven no fue para nada un cuento de hadas. Un argumento que da para una película digna de pasearse por alfombra roja del Teatro Kodak de Los Ángeles.

José Manuel Lucerón

martes, 5 de mayo de 2015

Ilustración napoleónica

“Lo que Napoleón comenzó con la espada, yo lo alcanzaré con la pluma” Honoré de Balzac (1799-1851).

Cada época tiene su Napoleón, eso debió de pensar él cuando miró hacia atrás, la senda de los hombres y mujeres que le precedieron y que con sus vidas fabricaron historia e historias. No he convivido con él, no me he estremecido ante ese particular tono corso de su voz visionaria, seductora decían.

Para acercarnos a Bonaparte basta con desnudar nuestras mentes empezando por la ventana del cráneo y diferenciar entre el tirano y el liberador, el genio militar y el humano adelantado a su tiempo, un tiempo que, desde que irrumpió en este mundo, enloqueció de premura, todo se volvió efímero y aún hoy en día lo es. Su impronta cultural y política todavía acota y, hasta que otro Napoleón avance otro paso más, seguirá acotando el terreno en el que se dirime la suerte de nuestro mundo. El astro que con más intensidad iluminó la humanidad desde 1799 a 1815 y recogió la luz de los ilustrados para proyectarla hacia el nuestro toma la palabra con una recopilación de sus máximas y citas de mayor trascendencia hasta nuestros días que para los que no conocen la vida y obra de Napoleón puede servirles de puerto para adentrarse en el complejo y turbulento océano contemporáneo.

Estas frases fueron recopiladas por el famoso escritor Honoré de Balzac, representante del realismo francés, en su obra Máximas y pensamientos, disponible en editoriales como Ariel y Quintaesencia para los curiosos, en la que se descubre su afinidad por Napoleón mientras traza el testamento político de uno de los personajes más relevantes del siglo XIX. El resumen del pensamiento de Bonaparte, desde sus inicios jacobinos hasta su encumbramiento como Emperador, nos acerca a aspectos que en aquella época podrían parecer escandalosos si lo vemos desde una perspectiva localista.

Napoleón, en una alarde de superioridad del poder civil sobre el religioso, recordemos su auto coronación imperial ante la mirada atónita del papa Pio VII confirma la separación entre Iglesia y Estado, por primera vez vemos a un gobernante hablar acerca de la normalización jurídica del divorcio, recoge ideas sobre moral política, algo de lo que muchos estaríamos de acuerdo y es la idea de los partidos políticos como oligarquías cooptadas ajenas a los intereses de la sociedad, expresa su lamento por no haber acabado la empresa de unir a todos los pueblos de Europa en una misma nación lo que se puede interpretar como un ensayo que serviría para impulsar los movimientos paneuropeos de finales del siglo XIX y parte del XX (Víctor Hugo, Winston Churchill etc) y finalmente la Unión Europea.

También Balzac es de sobra conocido por la Comedia humana, en la que se propone describir de modo casi exhaustivo y preciso la sociedad francesa de su tiempo. De este gran autor conocemos otras obras destacadas como Eugène Grandet, Papá Goriot, etc.

José Manuel Lucerón

jueves, 16 de abril de 2015

PREHISTORY: una nueva forma de entender la historia

¿Alguna vez estando en una clase has pensado por qué no se impartía de manera más amena? ¿Has deseado en algún momento que existiese un modo con el que pudieras aprender mientras te diviertes? Pues bien, ese momento ha llegado.
Imagen de www.juegoprehistoria.com
A través de una iniciativa personal, el valenciano Juan García, licenciado en Historia y coordinador del proyecto, decidió unir sus dos pasiones -la historia y los videojuegos- para abrir una nueva vía al aprendizaje en universidades e institutos.

Su idea era la de transmitir conocimientos por medio del entretenimiento. Además, uniendo el estudio con los videojuegos (algo con lo que los jóvenes se sienten muy identificados hoy en día) pretendía llevar un nuevo ambiente educativo a las casas para que lo viesen más como una actividad lúdica que formativa.

Para conseguir sus objetivos, el videojuego Prehistory sigue un estricto rigor histórico. En él, el jugador se pone en la piel de un cazador-recolector del período Paleolítico, que intentará sobrevivir en un mundo plagado de incesantes peligros, pero la gran novedad es que en este juego no se premia la individualidad, alejándose de los jugadores más competitivos, sino la sociabilidad, es decir, la supervivencia junto a los miembros de tu Clan.

Todo ello se ambientará en diferentes recreaciones de ecosistemas de la época como son: el bosque templado, la estepa, la tundra glaciar, la taiga, el bosque mediterráneo o la selva. Además, en este mundo existirán 45 especies distintas de animales y 26 especies de plantas. Incluso, en un primer momento, convivirán hasta cuatro especies diferentes de homínidos y se podrán construir más de 500 objetos de aquella época.

Este trabajo se está llevando a cabo por especialistas de diferentes campos, incluyendo diseñadores de videojuegos, modeladores, programadores y hasta filólogos, para la traducción a otros idiomas; la mayoría de ellos son españoles, pero también los hay provenientes de otros países como Inglaterra o Colombia.

A la espera de la definitiva publicación, ya nos podemos deleitar con imágenes así como con algunos vídeos demostrativos de la evolución del proyecto. También podemos visualizar todo el desarrollo del videojuego en la web oficial www.juegoprehistoria.com. Lo que sí sabemos con certeza es que se lanzará en un primer momento para PC y Mac, llegando más tarde a plataformas equipadas con Android e iOS.

Como veis, el mundo de los videojuegos se abre paso desmintiendo aquello por lo que más ha sido criticado: la falta de valores educativos. Con ello, se avanza hacia un mejor aprendizaje al tiempo que los videojuegos se introducen de lleno en la historia culturizando a sus propios consumidores.

Ya no hay excusa para no aprender: el futuro ha llegado a las aulas para quedarse.

Álvar Chocano Fernández


jueves, 26 de marzo de 2015

Testimonios en los campos de concentración

El filósofo alemán Theodor Adorno dijo una vez: “escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”. Aunque luego matizaría estas palabras, en ellas se refleja bien el dilema que para los supervivientes de los Läger supuso plasmar su experiencia. Visto desde nuestro presente, el dilema nos parece absurdo: esas historias merecen ser contadas. Para los supervivientes no fue tan fácil. Primo Levi, en la obra por antonomasia de testimonio de los campos de concentración, Si esto es un hombre, arrostra estas dudas. El italiano estaba convencido de que la verdadera experiencia de los deportados no podría ser contada jamás, puesto que había desaparecido con los asesinados en las cámaras de gas. Los supervivientes, por el simple hecho de haber sobrevivido al Läger, tenían una experiencia incompleta. Y es precisamente en esta supervivencia donde residen el resto de las reticencias a escribir su testimonio: por un lado, se enfrenta a la incredulidad de la sociedad occidental de la inmediata posguerra, renuente a aceptar que tal barbaridad había ocurrido ante sus ojos, permitida por su pasiva aquiescencia. Por otro, la vergüenza que los supervivientes sentían al exponer públicamente los actos que se habían visto obligados a realizar para vivir un día más, en un ambiente en el que las más elementales normas de civilización habían sido abolidas y solo funcionaba la ley del más fuerte. En la confluencia de estos dos factores se explica por qué el manuscrito original de Si esto es un hombre fuera rechazado por la gran editorial italiana Einaudi en 1946, siendo la censora la esposa de otro preso de los Läger.

Afortunadamente, los hay quienes tuvieron el valor suficiente para enfrentarse de nuevo a todo lo vivido y plasmarlo por escrito. Si esto es un hombre es el ejemplo perfecto, y uno de los libros más impresionantes jamás escritos. Su autor estuvo preso en Monowitz (uno de los complejos que formaban el campo de Auschwitz) entre febrero de 1944 y enero de 1945. Hay más. Tenemos La noche, de Elie Wiesel, quien estuvo preso en Auschwitz y Buchenwald siendo un adolescente. O Viviré con su nombre, morirá con el mío y La escritura o la vida, del español Jorge Semprún, sobre su experiencia en Buchenwald. Y también los diarios escritos por futuros asesinados en los Läger. El más conocido es el de Anna Frank, escrito cuando su autora tenía 15 años, pero no el único: Etty Hillesum, con 27 años, cuenta en el suyo cómo era consciente de lo que le aguardaba en el campo de concentración, y el proceso de aceptación de este destino. Todos ellos experimentaron lo peor que el ser humano puede hacer a sus semejantes. Y el mejor homenaje posible es leer lo que quisieron y pudieron decirnos.

José Corrales Díaz-Pavón

martes, 24 de marzo de 2015

Marian Turski, superviviente del holocausto judío

El miércoles 18 de marzo, Marian Turski dio una inolvidable ponencia sobre el Holocausto Nazi en el Aula Magna de la Facultad de Letras de Ciudad Real.

Marian, de origen polaco y familia judía, nacido el 26 de junio de 1926, estuvo preso en el gueto de Lodz desde 1942 y en 1944 fue trasladado al campo de concentración de Auschwitz, sobreviviendo a la marcha de la muerte. Fue esta la experiencia que vino a compartir.

En el momento en el que Turski se sentó frente a la multitud, se hizo un silencio absoluto a pesar de que hablaba en su idioma natal y tuvo necesidad de traductores. Nadie entendía lo que decía, pero su aplomo y expresión amable provocaba que ni una sola mirada se separara de él. No afrontó su ponencia desde el punto de vista personal, sino como el historiador que es, explicando los motivos que llevaron a los nazis a actuar de la manera que lo hicieron y compartiendo cartas de algunos de los dirigentes del partido. Sin embargo, todo el mundo notaba que sabía de lo que hablaba, no era un estudioso cuya especialidad la había sacado de libros, fotografías y videos, la había vivido en persona.

No creo que se esperara su historia particular, habría sido un golpe bastante duro y crudo para la mayoría de personas que estábamos allí a pesar de que todo el mundo sabe que fue una experiencia inimaginablemente cruel. Aunque la ponencia tuvo un carácter objetivo, pudo compartir un par de anécdotas sobre la vida en el gueto y en el campo de concentración sin perder en ningún momento la sonrisa.

Marian demostró ser un hombre humilde, educado, paciente e inteligente; aunque quizás más que inteligente, sabio, ya que en el turno de preguntas alguien le preguntó que cuál era para él el sentido de la vida después de su experiencia, y él, sonriendo, respondió simplemente: ‘’Vivir’’. Puedo apostar lo que sea a que ninguno de los allí presentes, quizás solo su esposa, se esperaba una respuesta tan sencilla pero a la vez tan complicada. Quién sabe lo que habríamos respondido el resto, quién sabe cuánto habríamos tardado en responder a esa pregunta o cuánto nos habría costado explicarnos.

Quiso hacer comprender, aunque sea algo difícil dada la magnitud del asunto, que los nazis condenaron a millones de personas a muerte solo por el hecho de estar sobre la tierra, solo por el hecho de pensar y ser fieles a sus ideas.
Todos los oyentes sabíamos que este hombre ha visto cómo la humanidad llegaba a su máximo exponente de crueldad, pero ninguno caímos en que, como explicó él poniendo de ejemplo una historia propia, también llegó a su máxima solidaridad, y es eso lo que él cogió del campo de concentración para sobrevivir. No la crueldad ni la depresión, no la inhumanidad; se asió a la esperanza y misericordia de todos los que estaban allí porque comprendió que siempre queda un resquicio de humanidad, porque siempre queda algo por lo que seguir adelante. Explicó la teoría para hacer comprender todo lo que había detrás de ella. Eso es lo que quiso transmitir.

Y lo consiguió.
 
Marta Isabel González de la Rubia

jueves, 19 de marzo de 2015

La Pepa, día de la Madre

El 19 de marzo se conmemora en toda la geografía española el día del Padre, personificado en la figura de san José, patrono universal de la Iglesia y, según la tradición cristiana, padre putativo de Jesucristo. Pero en los recovecos más tenebrosos de nuestra memoria, que en estos tiempos se torna frágil desafortunadamente, encontramos un momento de lucidez en este día para resucitar a una mujer, madre de los españoles de vida ociosa, de los bohemios, de aquellos con modales cortesanos, de los de la piel agrietada por la tierra, el sudor pegajoso y un Sol que hace las veces de padrastro, españoles, al fin y al cabo, de Corte, de campo, un nombre del pueblo, cercano, inmortal: Pepa.
 
La promulgación el 19 de marzo de 1812 en las Cortes de Cádiz de la primera constitución española supone el pistoletazo de salida del liberalismo en nuestro país, el principio del fin del Antiguo Régimen y, sobre todo, la conversión de España que pasa de ser una categoría geográfica a convertirse de facto y de iure en una realidad geográfica, política y jurídica, es decir, en una nación.
 
El origen de la Pepa lo encontramos en las famosas Abdicaciones de Bayona del 5 mayo de 1808 las cuales habían generado un vacío de poder en España a pesar de que en ella estaba reinando José I Bonaparte, un títere en manos de su hermano Napoleón. Muchos españoles veían en José una autoridad ilegitima, impuesta por el invasor francés, por ello comenzaron a organizarse en Juntas provinciales que, para coordinarse, constituyeron la Junta Central como máximo órgano de gobierno en ausencia del rey legítimo (Fernando VII).
 
Posteriormente la Junta Central convocó Cortes extraordinarias en Cádiz y a partir de septiembre de 1810 comenzaron las sesiones en el teatro cómico de la Isla de León.
 
Permanecieron aquí hasta febrero de 1811 en que fueron trasladadas a Cádiz. En estas reuniones debatieron alrededor de 300 diputados de ideologías muy diferentes:
 
- Liberales: defensores de las reformas inspiradas en la Revolución francesa.
- Absolutistas o realistas: partidarios del mantenimiento del Antiguo Régimen.
 
El 18 de agosto de 1811 se presentó el primer borrador a las Cortes. La Carta Magna se componía de 384 artículos organizados en 10 títulos.
 
Los diputados más destacados en su elaboración fueron Agustín Arguelles, Diego Muñoz Torrero y Pérez de Castro.
 
La fecha elegida para su proclamación fue el 19 de marzo debido a que coincidía con la abdicación de Carlos IV en Fernando VII y con la onomástica del rey José I. Se oficiaron misas y por la tarde se promulgó el texto en voz alta por toda la ciudad.
 
Salvador Viniegra, La promulgación de la Constitución de 1812, 1912, Museo de las Cortes de Cádiz.
 
Los rasgos principales de la Constitución fueron: implantación de la idea de soberanía nacional, separación de poderes (legislativo, judicial y ejecutivo que recae en el rey pero con limitaciones), sufragio universal masculino a partir de los 25 años, derecho a la educación, libertad de imprenta, catolicismo como única confesión legal, etc.
 
La vida de la Constitución de 1812 se prolongó hasta el 4 de mayo de 1814, fecha en la que Fernando VII emitió un decreto en Valencia por el que disolvía las Cortes, abolía la Constitución de 1812 y restablecía el absolutismo, como así se lo habían pedido un grupo de diputados absolutistas con el conocido Manifiesto de los Persas. Finalizaba así la primera experiencia constitucional española, una experiencia que se traduciría en un proceso de evolución e involución política, social y económica que tendría su manifestación más clara en las cuatro constituciones más que se promulgarán a lo largo del siglo XIX.
 
José Manuel Lucerón Lucerón.

martes, 17 de marzo de 2015

"El Ministerio del Tiempo": La nueva televisión

¿En qué lugar podrían tener relación personajes de la talla de Velázquez, “el Empecinado”, Lope de Vega o el marqués de la Ensenada? ¿Cómo sería posible ver en un mismo proyecto la Guerra de Independencia, la Armada Invencible o la reunión de Hendaya?
Imagen de www.mizonatv.com
La televisión española, tras los éxitos cosechados el pasado año, vuelve a dar un paso agigantado hacia una nueva era con una serie que entrelaza la ciencia ficción y la historia nacional de una manera original y transgresora.

“El ministerio del tiempo” se ha alzado como baluarte de esta novedosa corriente siguiendo los pasos de la galardonada “Isabel”, que ha quedado para el recuerdo como una de las mejores producciones españolas -en formato televisivo- de todos los tiempos.

Esta insólita serie, que usa los viajes en el tiempo como tema principal, lleva a nuestras casas no solo el entretenimiento que supone la unión de los tres protagonistas, tan diferentes entre sí como lejanos en el tiempo, sino que nos enseña con cada episodio una pequeña porción de nuestra historia.

Algunos la comparan con la británica “Doctor Who”, una de las series estrella de la BBC, basada también en viajes a través del tiempo. Pero en España se ha llegado más lejos queriendo instruir, en cierto modo, al ciudadano de a pie de una forma sutil y amena en los más importantes sucesos que acontecieron en nuestro país.

Así pues, en la ficción cobra vida un ministerio secreto cuyo objetivo es mantener el orden intertemporal y evitar cualquier brecha que pueda darse en el pasado para que en un futuro, es decir, en el presente, todo siga su correcto curso. Para ello, se servirán del valor de un soldado de los Tercios, de la inteligencia de una universitaria del siglo XIX y de la experiencia de un enfermero de nuestro tiempo, quienes acabarán complementándose para llevar a cabo las misiones encomendadas.

Sin más preámbulos, os invito a ver el próximo lunes, a las 22:00 horas, en la 1 de Televisión Española, el siguiente capítulo de “El Ministerio del Tiempo”, que, seguro, no defraudará. Y, para los más ávidos de saber, informaros que al final de cada entrega se da paso a un programa que incluye aclaraciones de la dirección, entrevistas a los actores y breves documentales de las épocas históricas tratadas. Un deleite para los amantes de la Historia a través de la pequeña pantalla.

Álvar Chocano Fernández

 
 


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