jueves, 26 de noviembre de 2015

EL CAPITALISMO EN LAS RELACIONES Y SU INFLUENCIA EN LA VIOLENCIA DE GÉNERO

Por Sara Nieto Aranda


El capitalismo es consumo. Nos pasamos la vida consumiendo cosas. Compramos objetos para nuestro disfrute personal continuamente. Tenemos una variedad impresionante de opciones a nuestro alrededor. Estamos acostumbrados a poseer todo aquello que nos guste y nos apetezca. Cualquier objeto puede ser nuestro si damos dinero a cambio: un boli, un ordenador, una manzana, un martillo, una casa, algo de ropa. Nuestra sociedad es una sociedad de consumo.
Es tal nuestra capacidad de consumición, las facilidades que hay para ello que hasta las personas se pueden poseer. Los objetos se venden y se compran, y nosotros también. La prostitución es la prueba más exagerada y visibilizada de ello: vendemos nuestro cuerpo por dinero, y el comprador paga para disfrutarnos. Pero no es la única. En el capitalismo se convierte al obrero en un mero objeto en manos del patrón: durante 8 horas al día, vende su fuerza de trabajo por un salario mínimo para enriquecer a su jefe. Se ha convertido en la propiedad de otra persona: se le paga para que el patrón disfrute del beneficio que genera el producto.
Desde pequeños nos enseñan el significado de «mío» y «tuyo». Mis juguetes son míos, solo yo los puedo coger, romper y usar; y si los comparto te estoy haciendo un favor, porque realmente cuando me vaya se irán a casa conmigo.
Esta educación, este ansia de poseer, de ser propietarios de todo aquello que nos rodea influye también en las relaciones interpersonales, sobre todo en las amorosas, las de pareja. Crecemos creyendo que nuestra meta en la vida es la de encontrar el amor, la de estar acompañados durante toda nuestra existencia. Morir solos es un fracaso. La soltería es un fracaso. Debemos enamorarnos como seres sociales que somos.
Cuando encontramos ese amor, necesitamos tener la seguridad de que será para siempre, de que nuestra relación es perfecta y durará toda la vida. Convertimos el afecto que nos profesan en una propiedad y lo extendemos hasta la persona dueña de él. Esa persona es mía, de mi propiedad, porque es mi pareja y me ama. Si alguien siente atracción por mi pareja, surgen celos y reacciono contra ello. Si tengo que compartir a mi pareja con amigos suyos, surgen celos. Si alguien pone en peligro el control que tengo sobre los sentimientos de mi pareja, surgen celos.
En un mundo machista, donde la sociedad cosifica el cuerpo, las ideas y las acciones de la mujer, esta se convierte en prisionera de sus propios sentimientos. En un mundo machista, donde la sociedad da todo el poder al hombre y las herramientas necesarias para ejercerlo, este se convierte en el carcelero de sentimientos. En un mundo machista, donde los celos son la demostración más bonita del sentimiento amoroso, cualquier violencia ejercida por ellos es un «crimen pasional». En mundo machista, donde ambas partes de la pareja tienen arraigada profundamente la idea monógama del amor, el hombre ejerce el poder y la mujer agacha la cabeza, porque así funcionan las cosas.
Desde el momento en el que nos enamoramos, somos propiedad de alguien, le debemos exclusividad amorosa y sexual. Le debemos todos nuestros pensamientos, nuestras ilusiones y nuestros planes de futuro. Por amor, le debemos la vida a nuestra pareja. Y hay hombres que creen de verdad que les pertenecemos, porque las mujeres estamos cosificadas. Y, a veces, nosotras les creemos. Y, por ello, dejamos que nos controle, que nos diga cómo vestir, cómo actuar, qué redes sociales usar, cuándo y con quién salir de fiesta. Por ello, dejamos de lado nuestro trabajo para cuidar la casa, le cosemos la ropa y hacemos la comida. Por ello, cuando hacemos algo que no les gusta o que le enfurece, nos levanta la mano y nosotras nos dejamos maltratar, porque sin él no somos nada, porque somos suyas. Por ello, cuando tratamos de huir de él, nos asesina, porque, si no somos suyas, no seremos de nadie.
Pero la cosificación de la mujer y la violencia de género hacia ella surgida de la idea de propiedad y consumo no finalizan ahí. Entendemos como consumo el adquirir algo y usarlo para luego abandonarlo. Cuando consideramos que un objeto es de usar y tirar, entonces no tiene sentido alguno cuidarlo. Si compras un martillo en un chollo y se te rompe al primer golpe, seguramente lo tirarás, porque estabas seguro de que no te iba a durar mucho y, además, era de mala calidad. Sin embargo, si pensaras que es un martillo bueno, que te va a durar muchos años, lo cuidarías, tratarías de arreglarlo o irías a la tienda a buscar una solución.
Con las personas actuamos igual. En las relaciones que consideramos que no serán duraderas no nos preocupamos por los sentimientos ni por el cuidado de la otra persona. No consideramos de igual calidad un rollo esporádico que una pareja para toda la vida. La cosificación de la mujer conlleva que todo hombre pueda pensar que su cuerpo le pertenece por el simple hecho de ser un cuerpo femenino, de tal manera que puede aspirar a poseerlo. Por eso, una falda corta, un escote o el aceptarle una copa de fiesta pueden suponer una provocación para el hombre que, teniendo el poder y las herramientas para usarlo, se puede encaprichar de poseer ese cuerpo. Y, para ello, se pueden llegar a extremos que pasan desde el acoso hasta la violación. Porque en una relación de pareja, se considera que el cuerpo ya es propiedad suya y lo que hay que encadenar es el afecto. Pero en situaciones sin afecto, el cuerpo vuelve a convertirse en algo de usar y tirar sin importar los sentimientos de la persona a la que pertenezca.
Y es que el machismo existía desde antes que el capitalismo y su sociedad consumista, pero este ha sabido muy bien aprovecharse del patriarcado y del poder ejercido por el varón.





viernes, 20 de noviembre de 2015

Curso de iniciación


Curso de iniciación
Desde la delegación de letras se ha organizado una charla-cursillo de iniciación para aquellos estudiantes que acaban de llegar a la universidad o estudiantes que tengan dudas sobre el funcionamiento de las diferentes aplicaciones y servicios que la universidad ofrece como Campus virtual, funcionamiento de la biblioteca y sus servicios, vincular el correo de la universidad a tu cuenta personal entre otros temas de relevancia. Totalmente gratuito.
Os esperamos este Lunes 23 de Noviembre en la facultad de letras en el aula F06 a las 17:30 H.

Delegación de estudiantes de la facultad de letras de Ciudad Real


miércoles, 18 de noviembre de 2015

Trabajar para estudiar para trabajar

Por Sergio Espinosa Monteagudo

Los estudios universitarios suponen una actividad prácticamente esencial para la sociedad de hoy día, que busca la estabilidad y la certidumbre que un trabajo cualificado le proporciona. Los avances económicos, políticos, sociales y culturales han permitido un progresivo y fácil acceso a todos los segmentos de la población, generando con ello una enorme competitividad laboral posterior, tanto local como global. Sin embargo, el acceso a estudios universitarios se ha tornado, en los últimos tiempos, en una tarea más complicada que antaño para los jóvenes de clases medias y bajas de la sociedad. Un paradigma social, expectativas personales, cuestiones familiares, una coyuntura económica desfavorable y medidas político-administrativas desacertadas serán los factores que determinarán y obligarán a estos jóvenes a tomar decisiones y hacer frente a sus respectivas consecuencias: estudiar para trabajar, trabajar para estudiar.
Desde nuestro nacimiento, poseemos una disposición genética o innata que, durante las distintas etapas de nuestra vida, nos predisponen a seguir un camino marcado, de forma que predestinan nuestro comportamiento hasta nuestra muerte. Pensadlo; todos admitimos una concepción inconsciente de ideas tan primarias como estudiar, adquirir un trabajo, encontrar una pareja, formar una familia… Parece que nadie nos enseña estas cosas, son algo natural e inherente a la vida de una persona: es lo que se supone que todos debemos hacer. A esta predisposición contribuyen la sociedad –la televisión, internet, las revistas y la radio nos enseñan lo que podemos ser- y la actitud de la familia, sobre todo cuando somos pequeños: “hijo mío, podrás hacer lo que te propongas, podrás ser lo que quieras ser”. Nuestro joven y entusiasmado espíritu, alentado por tan soberbias palabras y embaucado por la perspectiva de todo un futuro por delante, se dispondrá a conquistar el mundo que conoce perfectamente (!). En definitiva,  hemos (nos han) creado unas expectativas que guiarán nuestro porvenir. Entre ellas, estudiar.
¿Por qué debemos estudiar? Ya se ha mencionado: estudiar es un medio para un fin. Si queremos formar una familia, buscaremos pareja; si queremos pareja, conoceremos gente; si queremos mantener a esa familia, trabajaremos, y en un mundo tan incierto, difícil y competitivo como el actual, solo una buena formación nos posibilitará el acceso a esa estabilidad y la solidez que un empleo cualificado otorga. Estudiar para trabajar. Así pues, la universidad se presenta en los últimos tiempos como un medio necesario para todo individuo. Sin embargo, en España como en muchos otros países, la educación superior no es gratuita, por lo que llegamos a otro punto de inflexión: si queremos estudiar, necesitamos dinero. Espera, ¿estudiar no era un medio?
¿Cómo conseguimos ese dinero? Por regla general, el paradigma social estipula que la familia, en esencia los padres, deben ser la respuesta a esta cuestión. Sin embargo, desde 2008, una durísima crisis financiera azota cruelmente al mundo. El sector político ha ido perdiendo el rédito progresivamente, dada la ineficacia de medidas contraproducentes que los desbordados gobiernos han tomado, y que, lejos de solucionar la situación, la han empeorado. Por ello, millones de familias de clases medias y bajas han sido condenadas al desempleo, a la incertidumbre y a la precariedad; a no poder pagar una educación a sus hijos. El retoño de turno deberá, pues, buscarse una actividad remunerada económicamente si quiere obtener un título universitario (cuyas desmesuradas tasas representan otra consecuencia de las geniales medidas de los gobiernos): deberá buscar un trabajo. Trabajar para estudiar.
Los empleos disponibles para la juventud distan de ser apasionantes, más si tenemos en cuenta factores, aparte de la mencionada crisis, como la inexperiencia o la región en la que se vive. Siempre se puede recurrir al talento personal; vendiendo material artístico, dando clases particulares o cuidando críos (eso sí, sin inculcarles la misma libertad que nos ofrecían nuestros padres); pero sin destrezas ni formación previa y sin contactos familiares, el joven recurrirá a empleos sencillos, vacuos, y, frecuentemente, aburridos: los del sector servicios.
El muchacho ha encontrado trabajo; a partir de ahora todo irá sobre ruedas. Error. Trabajar durante la adolescencia -o recientemente abandonada- y hacerlo mientras se estudia acarrea una serie de inconvenientes para nada atractivos. El ajuste de horarios es esencial; la actividad laboral no debe coincidir con la educativa y el joven tendrá que adaptar su tiempo a cumplir con ambas obligaciones (¿obligaciones?). Esto conduce, a menudo, a un problema posterior: la falta de sueño. Podrán reconocer todos ustedes que la actitud de una persona que no duerme lo suficiente puede ser irritante, lo que a menudo nos lleva a una sensibilidad sobrecogedora: las disputas familiares, con compañeros de trabajo y con amigos están garantizadas.Como vemos, una serie de problemas que se alimentan los unos a los otros, cual formidable trama de película. El esfuerzo de compaginar la vida laboral con la educativa puede llegar a tener un efecto contraproducente.
Pero, qué demonios, las consecuencias de compatibilizar un trabajo y los estudios no son solo negativas, ni mucho menos. Desempeñar con eficacia ambas actividades requiere un sacrificio que a buen seguro enriquecerá la personalidad y la actitud del individuo hacia la vida. Le hará ver la realidad de otra manera, comprenderá que nadie le va a regalar nada y que el esfuerzo es la clave de todo. Gracias a ello, madurará, crecerá y obtendrá conocimiento. El camino no será fácil, habrá imprevistos, sí, pero el sujeto encarará estos problemas, las tensiones, las disputas, de forma positiva y con un talante firme y resistente. Las personas le mirarán con respeto, y esta visión servirá de ejemplo para la sociedad entera. Existirán personas que tal vez no compartan este grado de sacrificio y lo tachen de sufrimiento, pero desde luego no podrán negarlo. El individuo, en definitiva, será más sabio.
Puede que la ilusión, el optimismo y el positivismo inicial de la vida se vayan tornando, conforme crecemos, en decepción, pesimismo y, finalmente, en impotencia y resignación. La sociedad nos predispone a soñar con una vida pletórica, pero la realidad es cruel e implacable, y poco a poco nos damos cuenta; de nosotros depende la actitud con la que afrontarla. Tomamos medidas y decisiones en función de lo que conocemos e ignoramos, de lo que queremos y lo que no. La vida va de eso. Puede que los caminos estén predispuestos, sí, y que sean buenos o malos, pero somos nosotros quienes elegimos cuál tomar. ¿Trabajar? ¿Estudiar? ¿Trabajar y estudiar? Ya lo dijo Sartre, incluso cuando no elegimos, ya estamos eligiendo.




miércoles, 11 de noviembre de 2015

Tiempo y tiempos

Por: Alejandro Sánchez Capuchino

Los estudiantes de historia no paramos de hablar y escuchar de la importancia del tiempo. Ese tiempo al que están sujetos todos y cada uno de los acontecimientos protagonizados o no por el ser humano. Pero, ¿es el único tiempo que hay? Por supuesto que no. El tiempo al que he hecho mención es al denominado “tiempo histórico” y como tal ha de ser la columna vertebral de ese proceso evolutivo protagonizado por las masas al que llamamos Historia. Dicho esto, el tiempo es concebido como un tiempo social, iniciado con la aparición de los primeros hallazgos del origen de la humanidad. Aunque seremos egoístas al pensar que antes de esta aparición no existía el tiempo. He ahí un límite temporal en el tiempo histórico. No todo es tiempo histórico, sino que el tiempo es el que es; desde el momento de la creación de la materia, hasta nuestros días. Aunque esta afirmación necesita una reformulación constante a cada milésima de segundo. Pues las primeras líneas de este artículo ya forman parte de un pasado, incluso estas mismas palabras que lees ahora formarán o forman parte del pasado, aunque hace tan solo unos segundos formaban parte de un futuro… Menuda paradoja.
Volviendo a la materia que me interesa, la Historia es un proceso cambiante sujeto al espacio y al tiempo. Un tiempo que carece de dueño, que no está sometido a la división temporal que realizamos los historiadores, ni tampoco está sometido a las fechas, más o menos exactas, que manejamos. ¿Cómo que el tiempo no está sometido? Nosotros manejamos fechas concretas como el 1085, 1212, 1478, etc., pero estas fechas pueden variar. El tiempo cronológico tal y como lo conocemos a día de hoy, puede que no sea el que es. Es posible que no estemos viviendo en el 2015, pues en el año 533 un monje, Dionisio el “exiguo”, calculó erróneamente la fecha del nacimiento de Cristo, equivocándose en unos cuatro años aproximadamente, y afirmando que su nacimiento habría tenido lugar en el año 753 ad urbe condita. Incluso puede que no vivamos ni en el mismo día, ni el mismo mes que creemos. ¿Cómo puede ser esto posible? Básicamente por la reforma que llevó a cabo el papa Gregorio XIII en el siglo XVI. A pesar de que la reforma aborda otros temas de interés, me centraré en la reforma del Calendario Juliano y en la creación del actual Calendario Gregoriano. Lo que más llama la atención de esta reforma es la eliminación de diez días completos del tiempo histórico; del jueves 4 de octubre de 1582 se pasaría al viernes 15 de octubre de 1582 (tal y como queda recogido en la bula Inter Gravissimas, promulgada en el año 1582). El Santo Padre llegó a la conclusión, junto con el jesuita Christopher Clavius, de que esta era la mejor medida para solucionar el problema que planteaba el Calendario Juliano, pues este tenía unos minutos más que el año solar. Esta acumulación de minutos a lo largo de los años provocaría un adelanto de diez días del equinoccio de primavera.
Ya se ha visto cómo el tiempo histórico, al igual que la agricultura y la ganadería, ha sufrido una domesticación, respetando el concepto ya usado por Gordon Childe. El tiempo se puede corregir mediante las cronologías, incluso se puede dividir en periodos (con límites todos ellos discutibles), pero en definitiva el tiempo es el que es. Nadie puede cambiar el tiempo. El pasado ha quedado atrás y sigue y seguirá aumentando sus fronteras, a medida que el futuro va perdiendo terreno, mientras que el presente no es más que esa fina línea que limita las fronteras del pasado y el futuro. He insisto, la historia es un proceso social cambiante que está en manos del tiempo. El tiempo no está en manos de la sociedad, porque una cosa es que el tiempo nos haga cambiar a nosotros como humanos y otra sería que el tiempo fuese cambiado por nosotros, los humanos.


miércoles, 4 de noviembre de 2015

Influencias en Picasso: Un viaje a París

Por Luis Miguel Sarrión Camacho

Hablamos de Picasso, desde el génesis del siglo XX, como uno de los mayores artistas de la historia, como un genio pictórico que participaría en muchos de los movimientos artísticos que influenciarían de manera determínate a los grandes artistas de su tiempo y en los movimientos artísticos de la época y posteriores. Pero poco se habla de la influencia a la que fue sometido por otros artistas que marcaría al malagueño y que serian de vital importancia para su producción y es en es esa influencia notable donde aparecerá Gaugin que marcará a Picasso con su obra, su vida, sus ideas incluso con su muerte. Pero no podemos hablar de una relación  entre estos dos grandes pintores sin hacer mención a una persona determinante en este encuentro, un hombre, un artista, escultor, gemólogo y ceramista, un amigo, Francisco Durrio de Madrón  más conocido como Paco Durrio.

      Fue desde el principio, en París, tal vez en 1901, que Picasso vio por primera vez las obras de Gauguin. La evolución experimentada por el pintor español en la ciudad de las luces durante el corto periodo en la capital francesa seria uno de los sucesos más relumbrantes de la historia de la pintura, pues en solo siete años paso de ser un pintor desconocido de formación puramente provinciana a ser uno de los grandes referente de la vanguardia parisina.

      Volviendo sobre la figura del artista Paco Durrio, que sería quien enseñaría a Picasso una obra de Gauguin, probablemente una obra de cerámica, aunque también poseía varias obras sobre papel y pinturas en su estudio de Montmartre, y sería en este momento inicial donde el pintor de diecinueve años se interesaría por la filosofía de Gauguin en el arte.

       Inundado por la vida bohemia de las calles y los artistas que había podido contemplar en la capital francesa, sus lienzos se pueblan de picaras escenas de cabaret, de abarrotados cafés y salones de baile llenos de color. En todos ellos aprecia una simplificación de volúmenes y contornos definidos que hacen pensar en Gauguin, del que tomaría una concepción universal de la sentimentalidad. Podemos ver en estas primeras producciones como Picasso advierte una certera asimilación del postimpresionismo del pintor francés y del simbolismo de los Nabis.

      Tras la partida de Gauguin y sobre todo tras su muerte, Durrio vio en Picasso a su sucesor con la intención de obrar una autentica reencarnación del artista, algo muy comercial. Durrio intenta introducir a Picasso en el campo de la cerámica escultórica en la que Gauguin había logrado la integración orgánica del color y forma pero, al  igual que este, Picasso tenía un sentido muy independiente y tendría una posición ambigua. Iniciador, rompedor y revolucionario, jamás dejo de considerar la herencia de un pasado que englobaba tanto al arte ibero como el africano, del El Greco como a Ingres, tanto a Degas como al propio Gauguin, cuyo revelo, de la mano de Durrio, tomaba ahora.

      Mas allá de los ecos del Sintetismo de las pinturas de Picasso, podemos ver coincidencias entre el espíritu que inspiraba al malagueño y el del artista francés. Cuando Gauguin padecía de pobreza y enfermedad había expresado su convicción de que su arte encarnaba de lo triste y del dolor un concepto expresionista del arte que se asemeja, incluso podríamos ajustar a la obra picassiana de los primeros años.

      La obra y el espíritu que compartía Picasso con Gauguin se acrecentaría aun más con la crítica de uno de los amigos del pintor francés, Charles Maurice que elogiaría la exposición de Picasso en la galería parisina de Berthe-Weill. Al parecer seria Durrio quien indujera al crítico a visitar la exposición, y no solo tendría buenas palabras para su obra sino que le haría entrega al pintor de un libro de Gauguin, el cual Maurice habría completado y editado, “Noa-Noa”.  En palabras del historiador Richarson:“Este libro ayudaría mucho a Picasso, cuajado de ilustraciones que pronto se reflejarían en la obra del pintor español”. Gauguin describió su tiempo en Tahití en el libro antes mencionado, y de Picasso sería conocido el haber anotado las páginas con notas y dibujos inspirados en la experiencia que describe Gauguin en estos parajes.

      Gauguin y Picasso compartieron sólo un breve período de tiempo en la tierra, ya que Gauguin murió en 1903. Sin embargo, a pesar de lo corto que pudo haber sido, el impacto puede ser visto en un cuadro que Picasso hizo al enterarse de la muerte del su pintor francés. En Desnudo de pie, 1903, Picasso muestra a una mujer tahitiana caminar, firmado "PABLO Picasso".

      Desde sus primeros días en París y después de leer su libro “Noa-Noa”, Picasso estaba fascinado por las ideas de Gauguin en el arte. Fue a través de Gauguin que la idea de primitivismo y la naturaleza espiritual de la gente y el arte entraron en su mente y su pintura. Picasso se inspiró en la forma en la cual Gauguin tomó sus temas de medio ambiente artificial y de pinturas de género, así fue como mostró la emoción, la miseria y la soledad, que el espectador siente igual que los personajes representados. Picasso demostró esto en su época azul, usando poses y elementos de disfraz tomado de la pintura de Gauguin.

      Si bien es cierto que al ver las máscaras africanas sería la gran chispa para encender a Picasso como un  artista desafiante de  las convenciones tradicionales del arte, fue la influencia temprana de Gauguin la que abrió su mente en cuanto a la concepción del arte. Picasso acabaría admirando los viajes de Gauguin y la idea de mostrar la naturaleza primitiva de los seres humanos, los cuales, van más allá de la norma en la pintura. Esto permitiría a Picasso extender sus deseos artísticos más allá de lo previamente imaginable. Sin esa conexión temprana a Gauguin, es imposible saber donde Picasso habría llegado como artista.

      Es evidente que el impulso primitivista de Gauguin está detrás de la obra picassiana de aquellos años iniciales, claramente, junto a otras más inspiraciones e influencias pues Pablo Picasso era un artista en su totalidad y se define como una esponja de toda la historia del arte, historia que conoce a la perfección. Pero es cierto que su identificación con el artista francés es aun más profunda que con otros artistas.


      Tras un viaje a Holanda, y dejar a Barcelona atrás, Picasso vuelve a Paris hacia 1904 instalándose en el estudio de Durrio, al cual, entregaría su cuadro la “La belle Holandaise”, su obra maestra hasta el momento, para que la colgase junto a los cuadros y dibujos que tenía Gauguin de su amigos. Todo esto no solo lleva a pensar en el orgullo que Picasso sentía por su obra, sino que también encontraba en esta su estilizada construcción de las figuras, en la que se da cierto paralelismo con Gauguin. Así Picasso cobrara fama parisina y sus obras tendrán más valor y más demanda, tomando como ejemplo a Vollar, el cual decidirá entonces comprar toda la obra del estudio de Picasso, lo que le permitirá a este ultimo viajar y apreciar lugares inocentes, incontaminados mas naturales y donde podría experimentar de una manera más desinhibida, lejos de las presiones de la ciudad, al más puro estilo de Gauguin. Es después de esta experiencia cuando Picasso puede contemplar mas obras de Gauguin, las cuales le causan un impacto profundo y pintara obras en respuesta a las obras del francés, como puede ser “El Abrevadero” o “Muchacho desnudo llevando un caballo” en contraposición de los “Jinetes de la Playa”, una de las últimas obras de Gauguin, perfecto ejemplo de la fusión entre primitivismo y clasicismo, que es el nuevo camino en el que Picasso quiere dirigir su arte. 

lunes, 2 de noviembre de 2015

La hora de los estudiantes

Por Víctor Manuel Arias

No es tiempo de resignación ni de frustración, tampoco es tiempo de echar la mirada hacia otro lado; es el tiempo y la hora de los estudiantes.

Desde los medios de comunicación conservadores se ha estado arremetiendo constantemente contra los estudiantes, insinuando que somos vagos, que no merecemos las becas que nos ayudan a estudiar, porque según ellos las desaprovechamos, su argumento es que nuestro paso por la universidad es simplemente una excusa para ir al botellón de los jueves.

Pero lo que no nos cuentan, es que la realidad no es así.
La mayoría de la juventud estudiantil quiere estudiar y trabajar el día de mañana, porque sabe de dónde viene el dinero que paga los altísimos precios de nuestras matrículas, tan altas que cada vez son más los estudiantes expulsados por no poder hacer frente a los pagos. Ese dinero que paga nuestras matrículas viene del sudor de nuestros padres y madres, o en otros casos de nuestro propio sudor.

Esos padres y madres que estuvieron y están en constante lucha  para que las y los hijos de los trabajadores el día de mañana pudieran cursar estudios universitarios, para de este modo poder acceder a un futuro mejor. Ya que la constancia de muchos que no pudieron estudiar, es la que consiguió una universidad pública, que hoy en día nos la están arrebatando.

Llevamos tiempo quitándonos las legañas y despertando, y si más cabe en esta ciudad. Hemos sentido la necesidad de empezar a crear la herramienta que nos defienda de todos esos ataques a nuestros derechos, y esa herramienta es la organización y la creación de un movimiento estudiantil fuerte, el cual expulse la garra privatizadora y elitista que dicta sentencias contra nuestros intereses a la vez que intenta expulsarnos de la educación pública.

Esa herramienta que necesitamos es necesaria tanto como para alumnos, padres y profesores, porque nuestro vagón y destino, es el mismo, el de la defensa de lo público y la creación de una educación democrática, para la mayoría y sobre todo, de todos y de todas.


La resignación no es una opción, la organización y defensa de la escuela pública SÍ. ¿Aún sigues pensado en quedarte cruzado de brazos? ¿O trabaja por nuestros derechos?

Ha llegado nuestra hora; La hora de los estudiantes

Ads Inside Post