martes, 27 de octubre de 2015

Los verdaderos triunfadores son del Atleti

[Advertencia: no se menosprecia a los demás equipos de fútbol, ni se pretende herir sensibilidades (que con esto del fútbol hay que andarse con cuidado). Es una reflexión personal sobre el que es mi equipo, el Atlético de Madrid. Si no te interesa el Atleti, al menos lee la conclusión]

El futbol es algo presente en la vida de todos, ya sea por la particular relación que cada uno tenga con el deporte rey o por el simple hecho del visionado del noticiario diario que informa de las últimas novedades de los jugadores y clubes más famosos. Ahora bien, ¿qué vinculación puede existir entre este deporte y la vida? Pues más de lo que pensamos si somos capaces de dejarnos llevar y a abrir la mente para aprender de todo lo que nos rodea.

Hablemos pues, de un club histórico dentro del panorama nacional: el Atlético de Madrid, mi Atleti. El club de la capital de España, club de grandes y pequeños, de ricos y pobres, tiene una historia muy particular de “subidas ronzando el cielo” y “bajadas a las alcantarillas” (como reza perfectamente nuestro himno). Desde el mítico doblete del 96 hasta el descenso a Segunda División, pasando por el gol de Godín frente al F.C. Barcelona que nos daría la liga en 2014 o aquel fatídico minuto 93 de la final de la Champions League de ese mismo año. Una historia, en definitiva, de contrastes (y esto sin remontarnos mucho tiempo atrás, pues se repetiría la misma historia).

En cierto modo podría relacionarse con lo que es la vida en sí misma. Momentos maravillosos que nos llevan a la alegría más plena o decepciones que nos sumen en la más oscura tristeza. Momentos que parecen ser perfectos, casi ensoñaciones increíbles, y que a última hora (fatídico minuto 93) se estropean irremediablemente, dejándonos perplejos, paralizados.



Así es la vida, combinaciones variadas y complejas de situaciones que nos llevan en muchas ocasiones al límite, pero de las que hay que saber salir, las que hay que saber afrontar siempre con la cabeza bien alta (como aquella “bendita”/maldita cabeza de Ramos). El/la que es del Atleti, esto lo sabe bien. Sabe lo que es ir con su camiseta y su escudo por la calle, mirando al frente, a pesar de estar en Segunda División. Ha desarrollado una actitud especial ante la vida, una resilencia (def. Capacidad de sobreponerse a las situaciones complicadas o adversas) específica a los contrastes y los cambios bruscos por lo vivido junto al club de sus amores.

Asimismo, ¿qué fanático colchonero no puede hablar de las bondades del Efecto Pigmalion? Vayamos por partes. ¿Qué es el Efecto Pigmalion? ¿Qué tiene que ver esto con el Atleti o con nuestro desarrollo personal? El Efecto Pigmalion es la creencia en que la actitud y las expectativas de una persona pueden influir en las de los demás y en las suya propias. Quien sea aficionado del Atleti ya sabe de lo que estoy hablando, o mejor dicho, de quien estoy hablando: EL CHOLO SIMEONE.

Don Diego Pablo Simeone llegó al Atlético de Madrid como entrenador en el año 2011 con el equipo al borde del descenso y eliminado de la Copa del Rey y en un brevísimo espacio de tiempo consiguió llevar a los colchoneros a lo más alto del panorama futbolístico nacional e internacional. La clave del éxito: su creencia y confianza en plena en la capacidad de su equipo. Simeone, líder del equipo, con unas altísimas expectativas en relación a lo que sus jugadores podían conseguir, fue capaz de trasmitirlo a todos ellos para que lucharan y ganaran. Mítica su frase en la celebración de una de las victorias: “si se cree y se trabaja se puede”.

Quien es del Atleti, como digo en el título del artículo, es un verdadero triunfador pues tiene asumida la resilencia como su actitud ante la vida y el autoconvencimiento sobre el triunfo como su ideal vital, pues ha vivido en primera persona, por medio de su equipo, las bondades de estas actitudes.

Ahora bien, ¿qué pasa con aquellos que no sean forofos colchoneros? EN CONCLUSIÓN tienen dos opciones: la primera, hacerse hinchas del Atleti, sufridores entregados, y la segunda (por si esta no les termina de convencer), es trabajar “partido a partido”, día a día, para cambiar esas actitudes que nos “autominan”, que nos van destruyendo, que nos hacen que avanzar en esta vida cambiante sea más difícil. Actitudes como las ya mencionadas, resilencia y autoconvencimiento en las posibilidades que cada uno tiene, son las que debemos de reforzar en nosotros mismo para triunfar.
¡AUPA ATLETI!

jueves, 22 de octubre de 2015

Españolitos

El curso pasado en el transcurso de una clase mi profesor nos sentenció a todos los que ese día escuchamos esa palabra y desde ese día no he parado de reflexionar sobre aquella poderosa palabra que encierra un cúmulo de acepciones, que se pelean entre ellas, pero de las cuales la más importante de todas es la que despierta rechazo, la que huele a miseria en nuestras cavidades más tenebrosas y su eco deja pasar un fino hilo de luz, vestigio de épocas mejores.

¿Qué es la patria? ¿Qué sabemos de la patria? Que viene del latín, que para exaltarla, para amarla, no hace falta empuñar las armas.

Ni siquiera invocarla, ni morir por ella. Eso forma parte del pasado, es algo abstracto, un concepto trasnochado. No merece la pena morir por un amor sin antes haber probado su dulce veneno, como aquellos cazadores de dogmas que buscan una chispa divina a la que agarrarse porque su existencia carece de significado.

Todos nacemos con una bajo el brazo. Es la suma de todas nuestras cualidades, aquellas que nos hacen avanzar como seres racionales, como ciudadanos conscientes de sus derechos y obligaciones, como hijos, como amigos, etc. La suma de patrias chicas, tan diversas y ricas, da como resultado una sociedad, una nación, España.

Se ha dado la coincidencia de que somos la generación mejor preparada en un momento en el que la nación está enferma.

Es por ello que me resigno a ser un españolito del montón, debemos aspirar a ser mucho más que eso. No somos más que nadie ni mucho menos somos inferiores a cualquier otra nación. Y no me remito a nuestra historia, nuestro glorioso pasado imperial que en tantas aulas retumbó en el pasado, la providencia está ocupada en otros asuntos. Somos nosotros o nadie. Nuestro destino histórico es, valga la redundancia, continuar nuestra propia historia como pueblo para definir España, su luz, sus fuentes, sus bosques, sus aguas, sus entrañas, sus temores, sus aspiraciones.

Parafraseando a Ana Pastor: hay un país ahí fuera. Hay españolitos ahí fuera que quieren dejar de serlo, que están deseando mirar con orgullo a su bandera, asqueados del nepotismo, de los trapicheos en B de sus gobernantes, hartos de que el dinero de sus impuestos no se destine a mejorar la calidad de vida de su país y de un variopinto número de prácticas perniciosas.

Hay vida más allá de aquellos que no quieren que nada cambie y siga todo igual de podrido y sin alma. Este país, esta sociedad aún tiene pulso, sueños, ganas de cambio, de un futuro en el que se valore el mérito, el esfuerzo, las ideas, en el que nadie tenga que dejar de estudiar porque su capacidad económica no sea equivalente a su capacidad intelectual y sus ansias de conocimiento. Ese país existe, lo vemos todos los días, y quiere de una vez por todas vivir con la conciencia tranquila.

José Manuel Lucerón

martes, 20 de octubre de 2015

Cielo e infierno

¿Por qué razón no titubeamos a la hora de situar a los ángeles en el cielo y a los demonios en el infierno? ¿Por qué no concebimos un ángel sin alas ni un demonio sin cuernos? La bondad siempre ha sido identificada con los ángeles mientras que la maldad lo ha sido con los demonios, sus eternos enemigos. La iconografía surgida a lo largo de la historia ha influido en nuestras vidas de tal manera que ya llevamos impreso en nuestro subconsciente el prototipo de lo angélico y de lo demoniaco. A pesar de que son seres espirituales, identificados con el bien y el mal, siempre han sido representados desde el inicio del cristianismo como seres humanos, con una forma corpórea con la que podamos sentirnos identificados a pesar de que no son perceptibles porque existen en el plano espiritual, no físico. Nadie ha visto nunca ninguno, pero tradicionalmente, nadie ha dudado de su existencia.

La primera aparición, tanto de los ángeles como de los demonios, la encontramos en el Génesis, con una única diferencia: la primera aparición de lo que sería una personificación del mal, podemos situarla dentro del mismo paraíso: la serpiente, que indica la primera incitación al pecado, el paso previo a este, la tentación. Por otro lado, encontramos la primera aparición de los ángeles en la expulsión del Paraíso, acompañando a Adán y Eva fuera de este. De esta situación se pueden deducir dos ideas: ¿Estaba el ser humano ya condenado a pecar desde el primer momento? El árbol del pecado, el fruto prohibido que aparece en el Antiguo Testamento (el cual luego se dedujo que sería una manzana debido a la traducción latina malum, que significa a la vez "mal" y "manzana") fue creado y puesto allí por el mismo creador de dicho Paraíso terrenal: Dios. ¿Quiere decir esto que el ser humano ya tenía oscuridad en sí? ¿Estábamos abocados al pecado y Dios lo sabía? Por otro lado cabe decir que la idea que se refleja en la Biblia sobre los ángeles tampoco es de bondad infinita, es de defensores de Dios, de guerreros que luchan por el bien, ya que en diversas obras se puede observar cómo se cierran las puertas del Paraíso, pero cómo éstas no están fortificadas dado que tienen a varios ángeles protegiéndolas, y con eso basta. Sin embargo la idea arquetípica que nos hemos formado en nuestras cabezas es la de personas jóvenes, asexuadas por lo general, y ante todo, alada. El misterio de las alas puede remontarse a muchas teorías, como por ejemplo que al estar creados de la luz que emana Dios, las alas sean la concepción física de esta; o una explicación más sencilla es el simple hecho de la añoranza que el ser humano ha tenido siempre por volar, por lo que al ser los ángeles los intermediarios entre Dios y los humanos, debieran estar dotados con alas para poder llegar hasta el Altísimo.

La concepción cristiana del Infierno deriva de la idea del Hades griego y del Sheol judaico: un lugar para almas castigadas y atormentadas, cuya primera descripción aparece en el Apocalipsis de San Juan, quien ya nombra a Satanás y tras lo cual, en el siglo X, aparecen las primeras imágenes de un Infierno dominado por Lucifer, con miles de demonios menores a su cargo. Es en este siglo cuando se subdivide el Infierno en nueve círculos, paralelos a los nueve coros angélicos; cada círculo tendría un castigo peor, por lo que la crueldad de los demonios que se hallan en cada uno, aumentaría. Dante se inspira en esta subdivisión a la hora de escribir su mundialmente conocida obra La Divina Comedia, y en concreto el libro Inferno. Un ejemplo de cómo esta descripción del Infierno caló sobremanera no solo en literatura es Inferno, de Nardo di Cione, en la capilla Strozzi de Santa María Novella. Y fue en ésta época cuando la teología defendió la doctrina de talión, donde los pecados cometidos son equivalentes a las penas aplicadas, quedando así claro que un demonio no era simplemente oscuridad, sino una oscuridad creada a raíz la corrupción de la luz, lo cual llevaba directamente al pecado; así que la iconografía medieval abusó de la imagen de los ángeles y los demonios, usándola sobre todo en iglesias, reflejándola en pinturas y esculturas que impactaban a un pueblo analfabeto para que no les cupiera duda de que seguir la palabra de Dios tenía su recompensa, así como faltar en su cometido, tenía su castigo.

El Paraíso Celestial, por otro lado, es un reflejo de lo que fue el Paraíso Terrenal creado para Adán y Eva, y éste primero está custodiado por ángeles, divididos en jerarquías, siendo las más altas y por lo tanto cercanas a Dios los serafines y los querubines, a pesar de que la mayoría de la gente sitúa a los arcángeles en la esfera más cercana a Dios. La entrada al Paraíso comenzó a reflejarse desde bien temprano como la Jerusalén Celestial de la que se habla en las Sagradas Escrituras.

Fue Santo Tomás de Aquino quien, tras estudiar a Aristóteles y Tolomeo, sintetizó el pensamiento cristiano con las teorías antiguas: añadió al modelo tolomeico-aristotélico una décima esfera celeste, por encima de los cielos que ellos habían estudiado científicamente, un cielo privado de movimiento y cambio: el Empíreo, donde reside Dios custodiado por los ángeles que guardan las almas bondadosas en esferas cercanas al Empíreo. Dante describe este Empíreo en Paraíso, lo cual condicionó sobremanera la iconografía desde entonces: se define como "un Cielo luminoso dividido en categorías". Varios ejemplos de este cielo cuya cumbre es el Empíreo los encontramos en Ascención al Empíreo, de El Bosco (en el cuadro se observa cómo los ángeles acompañan a los elegidos hacia el Cielo) o en La Asunción de la Virgen, de Corregio.

Por lo tanto, aunque los ángeles y los demonios son dos vertientes muy diferenciadas que la iconografía se ha encargado de demostrar que no son conjugables entre sí, cabe decir que solo a Dios se le concede desde siempre la bondad infinita, ni siquiera a los ángeles, ya que hay que destacar, que a aquel al que se le considera señor del Infierno, fue en su día uno de los ángeles más importantes, según Ezequiel el ángel más bello y perfecto que Dios hubiera podido crear: Lucifer, pero éste se rebeló contra Dios, lo que deja ver que todo ser está abocado a la tentación del pecado, por lo que lo que el fiel debe evitar es ser como Lucifer, ya que aunque pueda pecar, no debe darle jamás la espalda al Bien, porque incluso un ángel puede transformarse en un demonio.

Marta Isabel González de la Rubia y Luis Miguel Sarrión Camacho

jueves, 15 de octubre de 2015

¿Quién soy yo para juzgar a la Iglesia?

Si tenemos que destacar a la última estrella del rock del panorama mundial ese es sin duda el papa Francisco. Jorge Mario Berglogio se ha rodeado de un aura de santidad producto de la proyección mediática que le proporcionan sus ‘sinceras’ declaraciones y su activa labor política, como el acercamiento entre Cuba y EE.UU. Ha detectado y aprovechado las ganas de cambio que parecen recorrer la cristiandad, en espera del advenimiento de algo como un Concilio Vaticano III que sitúe a la santa Iglesia católica apostólica y romana, si no en el reino de los cielos, sí en el siglo XXI.

Mientras llega ese feliz momento, quizá deberíamos escapar de la fascinación que produce la figura de Francisco y observar al Estado-institución del que es soberano y padre espiritual. Esta misma semana el polaco Krzysztof Charamsa, a la sazón oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe –antes conocido como Tribunal del Santo Oficio, y más antiguamente como la Inquisición–, secretario adjunto de la Comisión Teológica Internacional del Vaticano y profesor en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, salía del armario en compañía de su pareja, un seglar – catalán, por cierto –, la víspera del inicio del Sínodo de las Familias, reunión convocada con objeto de decidir el lugar en la Iglesia de las nuevas formas de familia, como los divorciados vueltos a casar. Como resultado de la confesión (repárese en el verbo que utilizo) de Charamsa, este fue inmediatamente destituido de sus cargos. Este conocedor de la vida vaticana afirmaba que la Congregación para la Doctrina de la Fe es “es el corazón de la homofobia de la Iglesia católica, una homofobia exasperada y paranoica". Vamos a ser justos: se puede explicar su defenestración no en base a su orientación sexual, sino al hecho de que tener una vida sexual activa está prohibido tanto para curas heterosexuales como homosexuales. En manos de cada uno está pensar si se hubiera actuado igual si un prelado heterosexual hubiera declarado su amor por una mujer.

Veamos más casos. Unos meses atrás, el gaditano Álex Salinas se estaba preparando para ser el padrino del bautismo de su sobrino. Sin embargo, la iglesia de San Fernando le negó tal posibilidad debido a que Álex es transexual. En este caso sí que no hay medias tintas. El obispado de Cádiz, ante la duda, preguntó a la Congregación para la Doctrina de la Fe (de nuevo, la Inquisición) sobre la posibilidad de que Álex actuara como padrino. La respuesta fue taxativa: “el mismo comportamiento transexual revela de manera pública una actitud opuesta a la exigencia moral de resolver el propio problema de identidad sexual según la verdad del propio sexo”, por lo que este chico “no posee el requisito de llevar una vida conforme a la fe y al cargo de padrino” debido al simple hecho de haber nacido con el sexo equivocado. El resultado es que Álex ha decidido apostatar, dado que “la Iglesia católica ha demostrado que no me quiere”; mientras que su hermana ha tomado la decisión de no bautizar al niño para educarle en la fe cristiana al margen de la Iglesia católica. Aquí también podría aducirse, por ejemplo, el desconocimiento del propio para del hecho. El mismo pontífice se reunió en enero de este año con un transexual español, en el propio Vaticano para expresarle que tenía un hueco en la Iglesia. Y, sin embargo, un mes después proclamaba que la teoría de género (marco teórico en el que la transexualidad encuentra su amparo) no reconocía el orden natural de la creación y eran una ‘bomba nuclear’ (no, no me lo invento: http://ncronline.org/news/vatican/francis-strongly-criticizes-gender-theory-comparing-nuclear-arms). Voy a proponeros una comparación, claramente capciosa: en los años 80’ el ayatolá Jomeini oyó el desgarrado testimonio de una persona nacida en el sexo equivocado. Como resultado, lanzó una fatua que legaliza el cambio de sexo en Irán, mismo país que condena a muerte a los homosexuales. Aunque no nos engañemos: que sea legal no implica que la sociedad iraní los vea con buenos ojos. Parece que los ayatolás no hacen milagros, aunque pongan más de su parte que los papas católicos.

Volvamos a la rock and roll star. Hace ya casi año y medio el papa Francisco declaraba, en una traducción más o menos literal, que si un gay busca al Señor y tiene buena voluntad él no era nadie para juzgarlo. Parecía estar siguiendo la postura oficial de la Iglesia, cuyo catecismo dice así:

2358 Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición (el subrayado es nuestro) (fuente: http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s2c2a6_sp.html )
Traducido al cristiano: si eres gay, y aunque es algo “objetivamente” antinatural, te vamos a aceptar entre nosotros siempre y cuando no folles. Centrémonos en la parte del “respeto, compasión y delicadeza”, y veamos cómo se traduce en la praxis de Francisco. En su reciente gira viaje a EE.UU. el Sumo Pontífice se reunió con Kim Davis. Para aquellos de vosotros que no la conozcáis, os hago una semblanza de su vida: esta señora, funcionaria de un condado del estado de Kentucky, estuvo en prisión por negarse a tramitar certificados de matrimonio entre personas del mismo sexo después de que el Tribunal Supremo de los EE.UU. legalizara el matrimonio igualitario en todo el país. Davis no solo se negaba a tramitarlos ella misma, sino que impidió a todos sus subordinados que lo hicieran. Quizá debería realizar un resumen abstracto para ponderar con justicia la situación: esta empleada pública negaba a sus conciudadanos la posibilidad de hacer efectivo un derecho reconocido por las instituciones democráticas en base a una objeción de conciencia. Objeción que, dicho sea de paso, imponía a todos aquellos jerárquicamente inferiores a ella, estuvieran de acuerdo con las creencias religiosas de Davis o no. En justicia, esta mujer es una criminal. Esta es la semblanza de la mujer honrada con un encuentro personal con el líder de la Iglesia católica. No es la única muestra de que la actitud del pontífice no es, ni de lejos, la del hombre aperturista que parece. Sin ir más lejos, en su homilía del domingo 4 de octubre en la apertura del citado Sínodo de las Familias, afirmaba que “el sueño de Dios es la unión entre un hombre y una mujer”, además de recordar que el matrimonio es indisoluble ante los ojos de Dios.

Cada cual es, pues, libre de juzgar si el papa Francisco será el hombre que reconcilie a la sociedad con la Iglesia católica. Sin embargo, escribiendo este lago texto, una pregunta no paraba de rondarme la cabeza: y, a ti, ¿qué te importa? Parecería que los gays tenemos cierta obsesión con lo que la Iglesia católica piense o deje de pensar con respecto a nosotros. Que necesitamos su aprobación o algo. Los datos parecen desmentir este hecho. En España aproximadamente un 70% de la población se declara católico (independientemente de ser practicante o no), mientras que la aceptación de la homosexualidad ronda el 88%, porcentaje que nos sitúa a la cabeza del mundo en este ámbito y que quizá deberíamos mirar de otra forma para valorar con propiedad lo que significa: un 12% de la población española no la considera una orientación sexual válida. La situación en los países del este de Europa, donde el catolicismo practicante es mucho mayor y, por tanto, también lo es el predicamento de la Iglesia, los datos sobre la valoración positiva de los homosexuales son mucho más bajos. Lo que nos lleva de nuevo a mi pregunta. ¿No podríamos dejar que la Iglesia defienda sus posturas y nosotros las nuestras? Me inclino a pensar que no. No cuando se arroga el derecho a definir lo que es “objetivamente desordenado”, con la implicación de antinaturalidad que esto conlleva. No cuando su doctrina da amparo teórico a todos aquellos que defienden que debemos seguir siendo ciudadanos de segunda clase. No cuando su líder se reúne con alguien para quien mi derecho a la igualdad está por debajo de su derecho a practicar libremente su religión. Respondo a mi pregunta: ¿quién soy yo para juzgar a la Iglesia? Alguien a quien ella ha convertido en su enemigo

José Corrales Díaz-Pavón

martes, 13 de octubre de 2015

La película de tu vida

En el mundo en el que nos movemos la tecnología nos invade por todos lados. Permanentemente tablets, ordenadores y móviles forman el pilar fundamental de nuestra existencia diaria. Siendo así, ¿por qué no nos animamos a hacer algo realmente interesante con todo esto?

La fantástica directora Isabel Coixet nos reta trayendo a nuestro país una nueva experiencia de hacer cine. “Spain in a day” es una creativa manera de reflejar un día de los españoles grabado por ellos mismos. Es un proyecto colectivo al que dará forma la directora y que amenizará el galardonado compositor Alberto Iglesias.

Esta idea surge del proyecto “live in a day” dirigido por Kevin MacDonalds y producido por Ridley Scott en el que participaron personas de 192 países recaudando un total de más de 4500 horas de video. Tras esto se ha llevado a cabo en países como Gran Bretaña, Japón e Italia y se están preparando otras versiones en Alemania, Emiratos Árabes o Israel.

Para participar, el día 24 de Octubre de 2015, toma la cámara de cualquier dispositivo que tengas a mano EN FORMATO HORIZONTAL (esto es muy importante) y graba cualquier experiencia, situación, punto de vista, etc. que quieras con una duración máxima de 15 minutos. Los videos podrán enviarse a través de la web de RTVE o de la aplicación “spain in a day”. El resultado de este proyecto será una gran película que se presentará en el Festival de Cine de San Sebastián 2016.

¿Te atreves a retratar la vida real siendo tú el protagonista? Anímate, participa.

Más información:
http://www.rtve.es/alacarta/videos/programa/spain-in-day-spain-in-day-pelicula-47-millones-protagonistas/3264061/


Sara Bastante Valero

viernes, 9 de octubre de 2015

Destrucción del patrimonio como arma

La gran avalancha de información que recibimos sobre la guerra en Oriente Próximo en los últimos años nos ha hecho inmunes a los muchos crímenes sucedidos en Irak y en Siria. Tal vez solo con la llegada al territorio de los cientos de miles de refugiados nos estemos dando cuenta del verdadero problema y nos sensibilicemos con una realidad que a miles de personas arrebata la libertad.

Cuando surgió el grupo terrorista Estado Islámico, el cual quiero dejar claro que no es un estado, pues daría a asesinos organizados la misma legitimidad que cualquier otra nación, Occidente se encontraba vigilando al régimen sirio de Al-Asad, quien masacraba a la población siria, pero que, sin embargo, ahora debido a la acción del grupo terrorista IS es una de las fuerzas “legitimas” que lo combate. 

Sumando a la masacre de todo hombre, mujer o niño que no comparta el islamismo radical de los terroristas, no digamos ya de los creyentes en otras religiones, y al exilio forzado de millones de ciudadanos de la región, el grupo terrorista autodenominado Estado Islámico ha llevado a cabo la destrucción del patrimonio cultural de la humanidad.

Sin embargo, esto no es nuevo. Grandes imperios ya utilizaban la destrucción del patrimonio, testigo inmortal de la cultura de un pueblo, para así no solo romper con ello su moral e infundir miedo, sino para borrar toda muestra de gloria pasada. Es esto lo que Homero nos cuenta en la Ilíada al quemar los griegos Troya y lo que posteriormente hizo el imperio persa al arrasar Atenas durante la segunda guerra médica o como Roma en la tercera guerra púnica contra su enemiga eterna, Cartago, la cual fue quemada en su totalidad para evitar futuras guerras. Siglos después los propios cristianos que habían sido perseguidos, eliminaron las estatuas y templos de la mayoría de las religiones paganas o bien las acondicionaron como ocurrió con la mezquita de Córdoba. 

Ahora, impulsados por el extremismo radical del Islam, los terroristas del IS y sus partidarios saquean o directamente destruyen cualquier cosa opuesta o simplemente distinta a sus creencias, motivados por la idea de que todo lo que no esté de acuerdo con su extremista visión del Islam es erróneo y debe ser eliminado.
La siguiente lista de monumentos perdidos, saqueados o destruidos son solo algunos de los ejemplos del miedo que el autodenominado estado islámico crea en las áreas que ocupa:

La gran mezquita de Alepo

La mezquita a Khaled Ibn Walid

Palmira en Siria

La tumba de Jonás en Iraq

La gravedad de la destrucción del IS es enorme Aunque no son pocos los motivos para proteger dicho patrimonio, sin duda el arma resultante del miedo que influye destruir la cultura de otro pueblo es muy eficaz, pues si todas las pruebas de, por ejemplo, las civilizaciones surgidas entre el Tigris y el Éufrates desaparecen, perderemos todos la memoria palpable de las primeras civilizaciones de la humanidad.

Los números aportados por los medios de comunicación no hacen sino insensibilizarnos, tan solo datos, cifras de muertos en un país aparentemente lejano. Algo que con la avalancha de refugiados ha quedado descartado. Conocer las historias de los implicados y tratar de conocer cuanto más mejor, hará que podamos conocer mejor la realidad en Siria y tal vez encontrar una posible solución para hallar la paz, una paz que hoy en día, incluso con las intervenciones militares de varios países en marcha, no parece estar cerca.

Germán López

martes, 6 de octubre de 2015

Más que deporte

Desde bien pequeños, la gran mayoría hemos sentido interés por el deporte, ya sea más o menos activo. Hemos practicado fútbol, baloncesto, natación, tenis, escalada, hípica… El deporte no es solo un complemento de actividades que sumar a las 24 horas que dura el día. Nos ayuda a liberar tensiones, a adquirir competencias que no abarca la educación escolar, a llevar un estilo de vida saludable y a establecer relaciones sociales con otras personas cercanas o de fuera de nuestro ámbito.

Muchos de los deportes más practicados a nuestro alrededor son deportes de equipo: fútbol, baloncesto, balonmano, lacross, hockey, volleyball, waterpolo… El trabajo en equipo, la valoración del compañero, el afán de esfuerzo y superación colectivo son muchos de los aspectos positivos que el deporte en grupo nos aporta.

Llegados a este punto es hora de entrar en materia y hablar del gran olvidado en España: el rugby. El rugby es un deporte con diferentes modalidades según el número de integrantes de los equipos. El más practicado en el panorama internacional es el Rugby XV. Consiste en posar en balón tras la línea del contrincante mediante el avance hacia delante del jugador, que solo podrá pasar hacia detrás con las manos y hacia delante si es mediante una patada.

A simple vista, un partido de rugby es complicado de entender pues se rige por un complejo sistema normativo. Sin embargo es uno de los deportes que más satisfacción personal produce. Para un jugador de rugby, mejor dicho un rugbier, sus compañeros son fundamentales, pues necesitas de todos ellos para realizar algunas fases de juego conocidas como melé o touch.

Más allá de lo deportivo, el rugby es uno de los deportes más inclusivos y que más valores sociales transmite. No importa el tamaño, ni el peso, ni la fisionomía, no hay distinción; si quieres jugar al rugby solo HAZLO. No te dejes influir por falsos arquetipos como “el rugby es de machos, es un deporte rudo”. De hecho, nada más lejos de lo contrario: durante un partido, a diferencia de otros deportes como el fútbol, jamás se escuchará una queja hacia un árbitro ni desde dentro del campo ni tampoco en la grada, pues solamente el capitán puede dirigirse al árbitro trantándolo de usted y como señor.

Además, y creo que en esto coincidimos todos los rugbiers, lo mejor de un partido es el tercer tiempo, el momento de que el equipo local INVITE al visitante a comer y beber y se establezcan así amistades que con toda seguridad durarán una eternidad.

Sin más solo quiero invitaros a practicar un deporte tan noble como es este del que vengo hablando. Si estáis interesados y os encontráis en Ciudad Real, contactad con la página de Facebook del Club de Rugby Arlequines de Miguelturra, una gran familia rugbier que estará encantada de acogeros, enseñaros a jugar e invitaros a cerveza.

https://www.facebook.com/Arlequines-Miguelturra-Rugby-Club-129794973788770/timeline/

Julia Martínez Cano

jueves, 1 de octubre de 2015

Ese día cogió un poco de frío…

A día de hoy, 1 de octubre, se cumplen 40 años de la última vez que los españoles vieron vivo al general Franco. El lugar: Palacio Real de Madrid, Plaza de Oriente. Motivo: una demostración de adhesión del pueblo español a su líder e invicto caudillo, una respuesta a la comunidad internacional de que nada ni nadie dinamitaría la moral de un régimen que, a partir de ese mismo día y sin inmutarse, comenzaba su larga y lenta agonía. Las ejecuciones, las últimas del franquismo de tres terroristas del FRAP y dos de la ETA, apenas cuatro días antes, planeaban ese día por el cielo de Madrid. Franco, que ya comenzaba a dar muestras de debilidad física y psíquica, saludaba desde la balconada principal del palacio a, según datos de TVE, un millón de españoles. A su lado estaba todo el gobierno con Arias Navarro a la cabeza y el actual rey emérito, en ese momento príncipe, Juan Carlos de Borbón. Presente, pasado y futuro.

Cuarenta años que coinciden con los años que gobernó España dejando todo “atado y bien atado”. Con motivo de este aniversario, y el de su muerte el próximo 20 de noviembre, creo conveniente volver la vista atrás y dedicar una breve reflexión histórica al período que hizo posible los 40 años que llevamos andados de democracia, constitución y libertad.

La Transición es una de las etapas más emocionantes de nuestra historia reciente y de la que existe una bibliografía considerable hasta la fecha. En los últimos años, especialmente fruto de la deriva política, económica y social resultado de la actual crisis económica (2008- ), se están publicando una serie de obras en las que la transición es un tema fundamental y también se ha convertido en uno de los temas de debate dentro de los círculos políticos de este país. Varios de nuestros actuales dirigentes políticos rememoran con cierta nostalgia este período a fin de recuperar el denominado espíritu de la Transición: una especie de manual de instrucciones político para solventar los problemas que aquejan actualmente a la nación. Otros, sin embargo, la utilizan para abanderar un futuro cambio traducido en una ruptura con el sistema político que surgió tras la promulgación de la Constitución de 1978.

Desde la novela negra, la histórica, el thriller político, memorias y ensayos, hay un grupo de escritores que han decidido escribir sobre una época que parecía estar vetada en los círculos de investigación histórica y de discusión literaria. En este caso tenemos obras como Operación Gladio de Benjamín Prado, Un momento de descanso de Antonio Orejudo y también ensayos que pretenden arrojar una visión diferente a la que nos han transmitido sobre la transición como por ejemplo Las cloacas de la transición de Luis Díez Álvarez, sociólogos como Ignacio Sotelo (El País) con artículos como Los mitos de la Transición, Los ángulos ciegos. Una perspectiva crítica de la transición española (1976-79) de Alejandro Ruiz-Huerta Carbonell entre otros.

Se ha estudiado hasta la saciedad y se seguirá estudiando. Puede que el hecho de que fuera un proceso no exento de riesgos y peligros alimente, aún más si cabe, las ansias de conocer con más profundidad este período tan trascendental de nuestra historia.

Negociaciones “secretas” en restaurantes de Madrid, manifestaciones multitudinarias, muertes, ruido de sables, etc. Como ven no fue para nada un cuento de hadas. Un argumento que da para una película digna de pasearse por alfombra roja del Teatro Kodak de Los Ángeles.

José Manuel Lucerón

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